Durante la desecación de la fruta fresca, su contenido en agua se reduce, lo que da lugar a la concentración de los nutrientes. Son ricas en:
Hidratos de carbono simples: proporcionan energía para la actividad normal del niño o adolescente.
Fibra soluble que ayuda a la absorción de nutrientes en el intestino, regulando los niveles de azúcar en sangre y provocando sensación de saciedad. Además “atrapa” al colesterol para eliminarlo en materia fecal.
Fibra insoluble, que estimulan la digestión y la actividad del intestino. Así, se eliminan rápidamente sustancias que pueden ser tóxicas para el organismo.
Potasio, fósforo, calcio, hierro, minerales que dan vitalidad al sistema nervioso y favorecen las funciones cerebrales.
Provitamina A (beta-caroteno), precursor de la Vitamina A, indispensable para mantener el sistema inmunológico, además de vista, piel y cabello sanos.
Vitaminas del complejo B: estimulan la formación de glóbulos blancos, las defensas del organismo; combaten problemas de aprendizaje y memoria y contribuyen al crecimiento corporal.